Texto e imágenes por Jorge Molinero de la web aventurayfotografia.com
Tayikistán, ubicado en el corazón de Asia Central, es un país dominado por la imponente cordillera del Pamir, conocida desde hace siglos como “el techo del mundo”. Estas montañas, que se elevan como murallas naturales, han sido durante milenios una frontera física y cultural, un territorio extremo donde la vida humana solo es posible gracias a la tenacidad y la cooperación.
Desde tiempos antiguos, este inhóspito entorno ha fascinado a viajeros, exploradores y comerciantes. Marco Polo, en su célebre viaje hacia Oriente en el siglo XIII, relató las dificultades de atravesar el “Pamir que no da hierba”, aludiendo a la aridez y la altitud que imponían su ley a todo aquel que osara desafiarlos. Ese mismo carácter indomable continúa presente hoy, atrayendo a quienes buscan comprender la relación íntima entre naturaleza y supervivencia.
Así es viajar a Tayikistán:
El lago Bulunkul: un santuario gélido
En este escenario extremo se encuentra el lago Bulunkul, un cuerpo de agua de alta montaña situado a 3.741 metros de altitud, en la región autónoma de Gorno-Badakhshan (GBAO). A pesar de su apariencia tranquila, este lago ha pasado a la historia por su dureza climática: en enero de 1969, en sus alrededores se registró la temperatura más baja documentada en toda Asia Central, –63 °C.
El Bulunkul forma parte de un sistema hidrológico mayor junto con el cercano Yashilkul, un lago de aguas turquesas rodeado de montañas peladas y áridas. Ambos constituyen un enclave de gran interés ecológico: funcionan como reservorios para aves migratorias como ánsares indios, grullas comunes, ánades reales y otras especies que, tras cruzar Asia, encuentran aquí un lugar de descanso. Además, en sus frías aguas sobreviven peces endémicos adaptados a condiciones extremas, vitales para las comunidades que habitan este altiplano árido.
Aunque a primera vista Bulunkul pueda parecer un espacio estéril, es en realidad un ecosistema delicado y frágil donde conviven elementos biológicos y humanos en un equilibrio forjado a lo largo de siglos.

Los habitantes del Pamir
El asentamiento más cercano es la aldea de Bulunkul, formada por unas cuarenta casas de adobe que albergan a unas doscientas personas. Sus habitantes son pamirís, un grupo étnico de raíces iranias que hablan diversas lenguas derivadas del persa oriental. La mayoría profesa el islam ismaelí, corriente minoritaria dentro del chiismo, que les confiere un fuerte sentido comunitario y espiritual.
La vida en Bulunkul está marcada por la adaptación extrema: inviernos interminables en los que la calefacción depende del estiércol de yak, veranos breves en los que se cultivan huertos mínimos, pastoreo de yaks y ovejas como recurso principal y una organización social donde la cooperación es una condición de supervivencia. En este rincón remoto, la hospitalidad se convierte en la mayor riqueza: compartir un té, un plato de pan plano recién hecho o un espacio en una yurta es la expresión más genuina de la humanidad pamirí.
La pesca ancestral
Entre sus actividades más singulares destaca la pesca comunitaria, que se practica únicamente durante los meses más cálidos del año, cuando el lago queda libre de hielo. El objetivo principal es el usma fish, especie local que constituye una de las pocas fuentes de proteína animal accesible en la zona.



La técnica, transmitida de generación en generación, es tan simple como ingeniosa. Un grupo de hombres se introduce en el agua y golpea la superficie con palos y movimientos coordinados, generando ondas y ruidos que empujan a los peces hacia zonas concretas. Allí, otros pescadores despliegan redes estratégicamente colocadas, cerrando un círculo que culmina en la captura de decenas de ejemplares en cada jornada.
Este arte no es únicamente un medio de subsistencia: es una tradición cargada de simbolismo. La pesca es un acto colectivo, una demostración de unidad frente a un entorno que exige cooperación constante.

Una lección de resiliencia
Observar esta actividad en el lago Bulunkul es asistir a una metáfora viva de la relación entre ser humano y medio ambiente. En uno de los territorios más inhóspitos del planeta, donde la naturaleza dicta las reglas sin concesiones, las comunidades han creado un modo de vida que es testimonio de la resiliencia cultural, histórica y ecológica de sus habitantes.

La carretera del Pamir (M41)
Conocida como Pamir Highway, la carretera M41 es mucho más que una vía de comunicación: es una de las rutas más legendarias del planeta. Une la capital tayika, Dusambé, con Osh, en Kirguistán, atravesando el corazón de la cordillera del Pamir. El tramo hacia el este, que conecta con el Kulma Pass en la frontera con China, es especialmente sobrecogedor y espectacular.
Construida en gran parte durante la época soviética, la M41 alcanza pasos de montaña que superan los 4.600 metros, atraviesa desiertos de altura donde apenas crece vegetación y serpentea junto a ríos glaciares de aguas turquesas. Recorrerla es una experiencia única: cada curva revela un paisaje distinto, desde mesetas áridas hasta altísimas montañas nevadas.
El Corredor de Wakhan
Uno de los tramos más fascinantes de la carretera discurre junto al Corredor de Wakhan, esa estrecha franja de tierra que separa Tayikistán de Afganistán y que fue creada en el siglo XIX como zona tapón entre el Imperio Británico y el Ruso.
Viajar por este corredor es como retroceder en el tiempo. Desde la carretera se pueden observar las aldeas afganas al otro lado del río Panj: casas de barro, campos cultivados a mano, caravanas de burros y niños saludando a los viajeros desde la orilla opuesta. Todo ello con el telón de fondo de las montañas del Hindu Kush, que se elevan imponentes en la distancia.
El Corredor de Wakhan fue parte de la Ruta de la Seda, y todavía conserva restos de antiguos caravasares, fortalezas en ruinas y leyendas que evocan un pasado en el que mercaderes, peregrinos y aventureros cruzaban estas tierras en busca de fortuna o conocimiento.
Recomendaciones para un viaje a Tayikistán
Para visitar la región de Gorno-Badakhshan es necesario obtener, además del visado de Tayikistán, un permiso especial conocido como GBAO permit. Se solicita junto con el visado electrónico y es obligatorio para recorrer la Pamir Highway y el Corredor de Wakhan.

La ruta solo es practicable entre junio y septiembre, cuando los pasos de montaña están libres de nieve. El resto del año, el frío y las nevadas bloquean gran parte de los accesos.
Lo más común es recorrer la carretera en 4×4 con conductor local, ya que las pistas son exigentes y las condiciones imprevisibles. A lo largo de la ruta existen homestays (casas de familias locales) donde el viajero puede dormir en estancias sencillas, compartir comidas caseras y experimentar la hospitalidad pamirí.
Seguro de viaje a Tayikistán
Tener un seguro médico de viaje no es obligatorio para visitar Tayikistán, sin embargo, el Ministerio de Asuntos Exteriores recomienda contratar un seguro que cubra cualquier asistencia médica, evacuación en zonas remotas y posibles actividades de aventura, para disfrutar del viaje con total tranquilidad.
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