Hacer voluntariado mientras viajas: la historia de Nati
0| Actualizado el 9 diciembre 2019
Nati es una viajera a la que le apasiona aprender de otras culturas, el voluntariado y la fotografía. Viajar haciendo voluntariado se ha convertido en su forma de combinar todas estas pasiones. ¡Nos lo cuenta!
¿Cómo empezó todo?
Durante la universidad, yo estaba participando en AISEC, una organización que propone el desarrollo de los jóvenes a través de oportunidades de liderazgo y de intercambios, prácticas y voluntariados. Entre el segundo y tercer año me propuse hacer un voluntariado y me llegó esta oportunidad de Nairobi, Kenia, así que allí me fui dos meses.
Colaboré en una asociación que trabajaba en uno de los barrios marginales más pobres de la capital. Di clases de inglés, de matemáticas y de ciencias y ayudé en talleres de prevención de enfermedades de transmisión sexual
Siendo tu primer voluntariado y tan lejos de casa además, ¿cuáles fueron tus primeras sensaciones al llegar allí?
Los primeros 15 días me sentía desubicada, no entendía qué hacía ahí, no me gustaba la comida, tampoco entendía la forma de ser de ellos, que son muy directos y te lo dicen todo con mucha sincerad.
Las primeras semanas me las pasaba llorando, nunca me había sentido tan perdida. Dicen que India es un antes y un después en la vida de cualquier viajero; en mi caso Kenia fue el choque cultural más grande de mi vida.
¿Qué fue lo más duro de esta experiencia?
Una de las cosas más duras fue el tema del idioma: yo llegué pensando que hablaba inglés y me di con una pared. La gente me decía: ¡tu inglés es pésimo! En ese momento yo pensaba: ¿qué hago acá?
Pero sin duda lo más duro fue darme cuenta de que muchas cosas que yo consideraba normales, como poder comer algo diferente todos los días, ducharse con agua caliente, dormir en una cama…en muchos lugares no es así.
¿Y lo más positivo? ¿En qué te cambió o ayudó realizar este voluntariado?
Toda la experiencia en sí fue positiva, para mí el viaje fue antes y un después en mi vida.
Lo primero, el tener la posibilidad de convivir y compartir con la gente del lugar.
Además, poder desprenderte y vivir en otra realidad cuando estás en la universidad, o te reafirma en lo que querés o te hace encontrar lo que querés o por lo menos saber lo que no querés. Te hace ver las cosas con otra madurez y te ayuda a encontrar tu camino
Me demostró que lo que yo pensaba que quería en realidad me lo había impuesto la sociedad: lo que tenía que ser, lo que tenía que querer, lo que era el éxito.
Te das cuenta también de toda la presión social que soportamos las mujeres: ser delgada, alta, bien vestida, bien peinada. En Kenia me di cuenta de que todo eso da igual, que no hace falta ser así para ser feliz.
Yo sé que no le cambié la vida a esos chicos pero a mí esa experiencia me ayudó a encontrarme conmigo, a saber qué era lo que yo quería.
Resultó ser la mejor experiencia que he tenido. Cuando yo me volvía y se lo contaba a la gente, mucha gente me decía: no, pero es que irme, perder un trimestre en la universidad. Es un trimestre/cuatrimestre versus todo lo que te puede dar…
Después de aquella primera experiencia en Kenia ¿qué otro tipo de voluntariado has realizado luego?
Pues cuando terminé la universidad recorrí durante cinco meses parte de Europa, Egipto y Turquía y en este último participé en un proyecto de voluntariado con otros jóvenes de distintos países. Dábamos charlas culturales en colegios secundarios: les hablábamos de nuestros países en sus clases de inglés. ¡Fue una experiencia preciosa!
De ahí, me fui a Chile y realicé un intercambio en la asociación en la que yo había sido voluntaria y en junio de 2013 empecé mi viaje por Sudamérica.
En Bolivia también con la misma organización durante 3 meses y a partir de ahí fueron oportunidades que fui encontrando por el camino, por ejemplo hablando con la gente de couchsurfing encontré un voluntariado de 15 días en el valle sagrado.
Y la última experiencia ha sido ahora hace muy poco, que he estado 15 días en casa de una familia indígena, hemos estado con ellos trabajando la tierra, para que luego se pueda cosechar. Nos han tratado como parte de la familia.
Tras todas estas experiencias, ¿qué consejo le darías a las personas que quieran realizar un voluntariado?
Mi primer consejo es que no importa el lugar, porque en todos los lugares vas a aprender, lo que importa es la experiencia. Hay que centrarse más en el qué que en el dónde a la hora de buscar un voluntariado.
Otros de mis consejos: tratar de vivir como la persona del lugar. Irse abierto y dispuesto a cambiar de mentalidad, a dejar viejos aprendizajes para reaprender, estar dispuesto a romper paradigmas, a soltar amarras.
También el no cerrarse solo a encontrar algo en determinadas páginas de internet por ejemplo, ya que viajando y hablado con la gente se pueden encontrar muchas oportunidades.
Es fundamental hacerse la siguiente pregunta ¿yo viajo porque quiero aprender o porque quiero ir a dejar algo a ese lugar? Tener claro cuáles son los objetivos de un voluntariado: aprender, dar, me interesa la comunidad a la que voy, me gustaría estar con otros viajeros, etc.
En mi caso en particular lo importante es compartir con la gente local: me quedo en casa con las familias y así convivo mucho con la gente y eso es lo que más te hace crecer: aprendes mucho de las personas de ese lugar y eso es lo lindo del voluntariado.
Yo creo que uno no va a cambiar el mundo haciendo un voluntariado sino que la experiencia lo cambia a uno y esa es la forma en la que uno cambia el mundo. Porque si todo el mundo nos dedicáramos a lo que de verdad nos gusta y fuéramos felices con nuestra vida, el mundo sería un lugar mejor.
Si quieres saber más sobre las aventuras de Nati, no te pierdas su blog.
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