Viajar a Myanmar: budismo, gente y COVID-19
0| Actualizado el 11 febrero 2022
Si soy sincera, no sabía muy bien qué esperar de Birmania. No hace mucho que está abierta al turismo y, de hecho, esa es la razón que me hizo decidirme a viajar a Myanmar: la curiosidad.
Imágenes y texto por Marta Negro de Trueque and Travel.
Para empezar, hay mucha desinformación sobre viajar a Myanmar, incluso acerca de por qué fronteras terrestres se puede cruzar y por cuáles no. Si no fuera porque un italiano enamorado de Myanmar me dijo que no podía hacer el recorrido que tenía pensado, probablemente me hubiera quedado atascada en algún punto.
Crucé de Tailandia a Myanmar por Myawaddy. Allí, en inmigración me tomaron la temperatura para cerciorarse de que no introducía el COVID-19. En aquellos momentos, aún era pronto. Era finales de febrero de 2020 y el boom que me acechaba estaba por llegar.
Mi primer destino fue Hpa-An, un lugar turístico famoso por sus cuevas y templos. Durante 3 días, hice lo que no había hecho mucho durante el viaje: ser turista. Contraté un tour para que me llevasen junto con otros viajeros a las 7 u 8 cuevas más importantes de la zona. Pude caminar por ellas, descubrir los grandes Budas que se encontraban entre sus rocas, ver monjes y locales rezar y hasta escuchar murciélagos.
Esto me sirvió para volver a reafirmar que esa no es la forma en la que me gusta descubrir los lugares, por lo que al día siguiente, alquilé una bicicleta y tras 10 kilómetros llegué a una colina con más de 2.900 escalones, los cuales una vez vencidos, dieron paso a un templo en la cima.
El gusanillo del trueque seguía ahí, por lo que fui a un poblado cerca de Yangón, el cual se mantiene a base de intercambios y voluntariados. El proyecto se llama Thabarwa center. Allí, cualquier viajero puede acudir y ayudar a gente que se encuentra en el hospital, haciendo de celador y llevándoles en silla de ruedas, limpiándoles, bañándoles, haciendo rehabilitación… Si el sector de la salud no es lo tuyo, también puedes ir con los monjes a las 6 de la mañana a pedir ofrendas, eso sí, descalzo por la ciudad. Otra opción es ayudar a mujeres birmanas a las 5 de la mañana a cortar verduras o ayudar a construir un edificio sostenible. ¡Hay muchas posibilidades! Además, cualquier ayuda será recompensada con alojamiento y comida.
Sumado a todo lo anterior, es un centro donde promueven la meditación como forma de mantener la salud mental de la población y, como parte del programa, organizan retiros de meditación, a los cuales eres más que bienvenido de acudir.
Después de este breve paréntesis, continúo con mi historia. Me uní a dos de de estos retiros que me dieron una amplia visión tanto del budismo como de la gente local, que de otra forma no habría logrado. En uno de ellos, estuve en el campo, donde pude ver cómo diariamente, tanto niños como adultos, trabajaban varias horas bajo el sol recogiendo judías; a cambio de 0,39 céntimos el cubo.
El tiempo que pasé con ellos me enseñaron su pasatiempo favorito: un juego con piedras, las cuales debes lanzar y coger con la mano. No puedo especificar el nombre del juego, porque, lamentablemente, nuestra comunicación no iba más allá de los gestos. Por otro lado, se quedaron sorprendidos con mis tatuajes, piercings y pelo corto hasta tal punto que me tocaban la piel pensando que la tinta se desvanecería bajo sus dedos.
En el siguiente retiro, tuve la oportunidad de asistir a clase durante una semana, momento en el que pude conversar con un monje birmano. Algo que me dio un entendimiento más profundo de la cultura y religión de Myanmar.
Después de varias semanas, mi visa estaba llegando a su fin y aún me quedaba el lugar por excelencia de Myanmar: Bagan. Un complejo arqueológico con más de 2000 templos, donde el mayor espectáculo es acudir al amanecer y al atardecer para ver los colores y los globos aerostáticos entremezclarse con las siluetas de los templos. En esta ocasión, de nuevo, si no hubiera sido por la interacción con locales, este lugar habría sido una decepción. Myo, un pintor local, se cruzó en mi camino y me llevó a ver el amanecer, el atardecer y hasta a visitar su casa. Un privilegio que no todo viajero tiene.
Mi estancia en Myanmar me estaba ofreciendo lugares y experiencias geniales, pero esta llegaba a su fin. Tenía un vuelo a Japón en los siguientes días. Plan que se vio truncado, ya que, además de rechazarme varios voluntariados por ser extranjera, finalmente me cancelaron el vuelo. El COVID-19 se expandía como la pólvora y el ambiente internacional se estaba poniendo tenso. En Myanmar, aún no se había declarado ningún caso de coronavirus (por la sencilla razón de que no tienen medios para testarlo). Así que aunque ellos se empeñaban en decir que estaban libres de COVID-19, personalmente para mi era difícil de creer teniendo en cuenta que es un país colindante con China.
En los países vecinos, Tailandia, India, Laos, estaban comenzando a vetar extranjeros. Inicialmente fueron chinos e italianos, aunque el tiempo corría en mi contra, porque mientras estaba aún en Myanmar, en Vietnam comenzaron a rechazar la entrada de españoles. Lo mismo ocurrió en Camboya, Malasia, Filipinas… Vamos, que tenía que pensar rápido en moverme y decidir dónde asentarme durante las siguientes semanas.
Si recuerdas mi última crónica, te conté que había tomado una decisión que influiría en mi viaje: adoptar a una perrita tailandesa. Por tanto, si debía quedarme atrapada en algún país, preferiría que fuese Tailandia, donde podía regresar con mi perrita y con los otros 600 perros callejeros que necesitaban ayuda. Los siguientes días fueron de nervios debido a las miles de noticias de cierres de fronteras de un día para otro, vuelos cancelados, gente desinformada, sumado a la gran desgracia de muertes y contagios por el coronavirus.
Finalmente, llegué de nuevo a Tailandia y establecí mi base de cuarentena allí. Aunque, aún había planes que no se iban a cumplir tal y como imaginaba. Pero esos planes y la historia de la perrita tailandesa, los dejo pendientes para la siguiente crónica. Recuerda, que si quieres escuchar con detalle cada día de mi viaje, puedes hacerlo en mi podcast:
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