Buenos Aires y sus librerías, los refugios de una ciudad muy literaria
0| Publicado el 11 septiembre 2018
Texto y fotos por Pilar Alberola
Hay quien visita Buenos Aires y empieza por el Pasaje Güemes, “la caverna del tesoro en que deliciosamente se mezclaban la entrevisión del pecado y las pastillas de menta”, en El otro cielo de Cortázar. Hoy es otra concurrida galería cubierta del centro de Buenos Aires y un icono art nouveau de la ciudad. Pero para los amantes del creador de los Cronopios y las famas, siempre será ese pasaje que conectaba París y Buenos Aires por las noches. Y es que es complicado quitarle a Buenos Aires ese aire literario que la recubre y que la convierte todavía en una bohemia, misteriosa, reivindicativa y creativa novela. Recorrer la ciudad a través de sus librerías es una forma de rendir homenaje a su pasado y presente literario.
Cerca de la conocida Avenida Corrientes, la del Luna Park y el Gran Rex, existe un refugio creado para las personas para las que comprar un libro no es solo una transacción. Un lugar como una “Ciudad invisible” de Italo Calvino, “un lugar de trueque, pero no solo de mercancías, también de palabras, de deseos, de recuerdos”.
Y es que Laura la librera de La Coop no solo vive del trueque final que se produce en ese espacio. Como ella dice, adora “los clientes que vienen sin algo en la cabeza y se permiten preguntar, ¿qué me recomiendas?”. La Coop, como su nombre dice, no es solo la librería, sino una cooperativa de pequeños sellos editoriales de Buenos Aires. “Se unieron para poder seguir publicando, luchar contra los altos costes y poder seguir lanzando al mercado libros de una línea editorial diferente, alejados de los lugares comunes”.
La Coop no recibe a sus acólitos con los grandes libros que suelen ser un atractivo de la ciudad, los Borges y los Casares, sino con poesía, poesía contemporánea con sello femenino, bajo una editorial atrevida, “Santos Locos”. Y es que como reza su puerta:
“Sé que la poesía es imprescindible, pero no sé para qué” (Cocteau)
Y como bien dice Laura la literatura no tiene por qué ser una tribuna seria, allí se celebran encuentros los jueves por la tarde, copa de vino en mano, entre escritores, editores y lectores de diario. La literatura es la base, la vida lo que se discute. Una magnífica manera de conectar con la ciudad, sus lectores y sus escritores.
Los domingos San Telmo llena de antigüedades sus calles, el mate se comparte entre los vendedores y las milanesas ambulantes se venden en cualquier esquina, hoy en día, incluso veganas. Antes de llegar a la famosa plaza del mercado de San Telmo, donde se puede disfrutar de un tango al aire libre, hay un mercado de antigüedades y, en la actualidad, también de restaurantes. En la entrada de la calle Defensa todavía queda un pasillo en el que los propietarios se sientan mirando al pasillo, con sus cubículos llenos de artilugios improbables. Los amantes de los libros de páginas amarillas y los mapas, encontrarán una tienda de libros de segunda mano en la que entrar sin tropezar con uno de ellos es ejercicio de riesgo. Hay ensayos, libros de economía y novelas que no pueden faltar en la biblioteca casera de cualquier amante de los libros. Lo mejor de un domingo en que Buenos Aires vuelve hacia atrás en sus calles es terminar leyendo los poemas de Pizarnik con un café en el Federal, uno de los bares notables de la ciudad y que está a muy cerca del mercado.
Palermo es el barrio más extenso de la ciudad y hoy el epicentro de bares y restaurantes de moda, tiendas de diseño y bares de copas repletos de jóvenes. Un poco alejada del barullo hipster está “Eterna Cadencia”, una librería de suelos de madera, estanterías repletas de libros hasta el techo y que también da nombre a un sello editorial muy conocido en la ciudad de Buenos Aires. Una trampa en forma de librería para los indecisos, ya que allí los libros se acumulan hasta donde nadie se atreve a mirar. Además, tiene un patio trasero con mesitas de madera también y lámparas artesanales hechas con libros, la literatura allí lo envuelve todo. Huele a un Buenos Aires añejo, de reuniones literarias y fernet. Para disfrutar de ese espacio con calma, lo mejor es dejarse llevar por la indecisión, terminar comprando alguno de los libros del sello Eterna Cadencia para descubrir a los y las autoras de la actualidad argentina y curiosear sus páginas con una copa de vino tinto en el bar que regenta Rocío. Allí, todo lo que pase como dicen sus paredes, es culpa de Rocío.
Las paredes de las calles porteñas son una manifestación viva y constante de las reivindicaciones de un pueblo combatiente. “Las paredes son la imprenta de los pueblos”, pero también existen espacios para el debate y la rebeldía intelectual. “Caburé” es el nombre de una librería en San Telmo donde tres compañeros de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Buenos Aires han creado un espacio, como ellos llaman, “de resistencia». Como cuenta Luciano Guiñazú, uno de los tres socios, “cuando creamos esta librería quisimos dar vida a un espacio dedicado a las humanidades”. Allí se encuentran ensayos contemporáneos que narran de forma crítica la situación política y económica de la Argentina de hoy en día. “Esta librería es una forma de resistencia, apostamos por libros y editoriales donde se publican ensayos políticos y humanísticos. Buscamos crear un espacio de pensamiento también a través de los talleres y los seminarios que hacemos”, comenta Luciano. Además, también publican sus reivindicaciones en dos revistas “El ojo mocho” y “Tiempo Argentino” y a través de la editorial propia que se llama “Caterva”. Resistir a través de las palabras, una forma antigua pero muy actual de reivindicar el discurso alternativo y abrazar el debate y la polémica, como si la revista Sur de Victoria Ocampo hubiera dejado allí una semilla.
También en San Telmo y no muy lejos de Caburé existe un espacio llamado Walrus, por la morsa de la novela A través del espejo de Lewis Carroll. Y es que los hay que prefieren leer a Carroll en su lengua materna, por eso, Walrus solo vende libros en inglés (y algunos pocos en francés). Allí se amontonan los más de 6.000 libros de segunda mano elegidos por Josefina y Geoffrey, él estadounidense, ella cordobesa, y ambos propietarios y creadores de ese espacio. Hay literalmente de todo, pero sobre todo cualquier título de la literatura anglosajona que se pueda desear. Porque los buenos libros usados (“Good used book in English”, como reza el cartel de la entrada) tienen tantas vidas como lectores quieran acercarse a sus páginas.
Como dice Gloria Steinem en su Mi vida en la carretera, “dondequiera que vaya, las librerías siguen siendo lo más parecido a un ágora”. Y en Buenos Aires son lo más parecido a ese espacio helénico de diálogo, transformación e intercambio. Los habitantes de esas librerías conocen la cartografía del lugar y los viajeros lectores encontrarán allí una ruta alternativa de las venas de la ciudad. Entrar y salir de ellas, es como cruzar pequeñas fronteras en las calles porteñas. Una nunca vuelve igual.
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