5 momentos en Sri Lanka que no te puedes perder
0| Actualizado el 13 marzo 2019
Imágenes y texto por Kike, de Mono Viajero
Está decidido: la India tendrá que esperar, este año vas a viajar a Sri Lanka. Sus playas paradisíacas, su delicioso olor a té, su impresionante naturaleza y la amabilidad de sus gentes te han conquistado. Y la verdad es que no faltan razones para visitar esta perla del Océano Índico. ¡Te contamos algunas!
Las visitas a los templos sagrados
Anhuradapura, Mihintale, Dambulla Caves, el Templo del Diente de Kandy… no sabría decir cuál de ellos es mi favorito porque todos tienen una autenticidad única. Todos estos templos están cuidados al detalle por la gente local que, naturalmente, siente devoción por ellos y se alegraban al ver como un turista se quedaba embobado ante su grandeza.
Uno de los momentos más emocionantes tiene lugar durante la hora del rezo, como en el Templo del Diente, donde hay una ceremonia en la que montones de fieles se juntan para rezar y poder contemplar la reliquia más preciada del templo: el famoso diente de Buda. Las flores, los rezos, los aromas, las velas y el atardecer me acercaron un poquito más a su cultura.

La búsqueda del leopardo en un safari de Yala National Park
El Parque Nacional de Yala es el sitio perfecto para hacer un safari en plena naturaleza y partir en búsqueda de animales salvajes, ¡así que eso hice! Para recorrer el parque necesitas contratar la actividad con alguna empresa que te ofrezca un jeep, unos buenos ojos que conozcan el terreno y cinco horas para disfrutar como un enano.
El principal atractivo, o aventura, del parque son los leopardos porque son muy difíciles de encontrar. Si no lo consigues, como me ocurrió a mí, no te irás con las manos vacías porque el parque tiene mucha fauna que regalarte: elefantes, cocodrilos, pavos reales, ciervos, monos, búfalos, jabalíes, mangostas, lagartos, aves…


El viaje en tren con los paisajes más bonitos del mundo
Es una de las actividades que toda persona debería hacer una vez en la vida, y te lo digo yo que huyo de lo turístico siempre que puedo. De hecho, es el único lugar de Sri Lanka en el que vimos a más turistas, pero sin duda merecía la pena.
En este recorrido de 6/8 horas de duración, el famoso tren azul recorre los paisajes más bonitos de la isla. Desde las alturas verás inmensos campos de té, auténticos pueblecitos repletos de gente local, montañas altísimas con árboles aún más altos… Eso sí, tienes que ser rápido para coger sitio en una de las puertas del tren y disfrutar del recorrido con las piernas colgando y el viento dándote en la cara. Mi recomendación es que te vayas a la última clase y esperes a que en uno de los últimos vagones se libere un sitio. ¡A disfrutar!

Los atardeceres / amaneceres en las playas de Mirissa y Galle
Soñaba con recorrer playas paradisiacas, solitarias y con aguas cristalinas, pero Sri Lanka me regaló eso y mucho más. Las playas del suroeste de Sri Lanka son un regalo para los amantes de la naturaleza y, si te encantan los atardeceres / amaneceres como a mí, estás de enhorabuena.
Durante los cinco días qué pasé en sus playas, mi plan favorito era levantarme a las 6 de la mañana para disfrutar de su amanecer y relajarme en el chiringuito Bara Beach Home para disfrutar de un atardecer de película con un mojito en la mano.
Por cierto, si tienes ocasión duerme en una de las cabañas a pie de playa de Galle. ¡Eso si que es empezar bien el día!

El famoso Masaje Ayurvédico
No se trata de un masaje relajante cualquiera, en este caso hablamos de una terapia personalizada con más de 5.000 años de antigüedad. La unión de un estilo de vida saludable con una filosofía totalmente natural, tiene como consecuencia esta técnica sanadora capaz de calmar a cualquiera.
En Sri Lanka encontrarás multitud de locales que te ofrecen este tipo de masajes a precios astronómicos, pero yo quise esperar a estar en la playa y al final de mi viaje para acercarme a Sanctuary Spa, un lugar increíblemente tranquilo situado en la playa de Unawatuna. Por 3.200Rs (16€) disfruté de un masaje completo de una hora y, como colofón, me ofrecieron un coco fresquito para reponer pilas. ¡Qué más se puede pedir!

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